Don Quijote en Fuerteventura /
Alfonso Domingo Quintero
La
imaginación es una de las facultades que el escritor pone en funcionamiento a
la hora de crear. En este sentido, Miguel de Unamuno quiso que don Quijote
pasara en Fuerteventura una de sus aventuras. Una aventura a la que podemos
denominar de penitencia, pues la ficción que nos propone el poeta filósofo es
que don Quijote buscó la soledad que propicia la meditación en Fuerteventura,
como la buscó también en Sierra Morena imitando al caballero Amadís de Gaula.
Pero, ¿qué encontraría don Quijote en Fuerteventura? Posiblemente lo mismo que
encontró Miguel de Unamuno: una isla que nos interpela y que nos obliga a
ponernos delante de nosotros mismos, sin engaños. Una sinceridad que emana del
convento franciscano de Betancuria, y que se afirma en el paisaje esencial de
la isla. Don Quijote en Fuerteventura fue
el título que Unamuno eligió para el libro que debió dar cuenta de esta
aventura fuerteventurosa, pero no lo escribió. Quedó en simple proyecto. Quizá
escribiera algunas notas en su pequeño despacho en el Hotel Fuerteventura donde
se hospedó durante su estancia en Puerto Cabras; o quizá esbozara el plan
general de la obra en las tertulias con Ramón Castañeyra, en cuya biblioteca
familiar se dedicó por cierto a la lectura de Benito Pérez Galdós. No lo
sabemos. Pero sí sabemos que estuvo entre sus propósitos vincular para siempre
a don Quijote con Fuerteventura. ¿Lo consiguió? Es difícil de evaluar el éxito
que ha tenido esta propuesta en las letras canarias, y puede que sea la razón
para otro artículo. Lo que sí sabemos es que Fuerteventura influyó
profundamente en Miguel de Unamuno. Sus libros De Fuerteventura a París, Por
tierras de Portugal y España y Cómo
se hace una novela dejan a las claras lo importante que para el escritor
vasco fue su experiencia como exiliado en Fuerteventura. Se podría escribir
largamente sobre esta experiencia, reflexionado en uno u otro detalle, pero
quisiera sólo remitirme a la siguiente afirmación de Unamuno en su libro Alrededor del estilo: «Allí
[Fuerteventura] empecé a comprender y sentir la música, a la que he sido
siempre retuso. E inserté esas apuntaciones sobre el estilo de la voz, sobre la
personalidad de la voz, sobre la esencia espiritual de la voz, oyendo el mar,
que es voz, y voz más que humana.» Canarias obró nuevamente el milagro,
consiguió que el poeta filósofo dulcificara su estilo. Canarias dejó en Miguel
de Unamuno lo mismo que heredamos los escritores de esta tierra: un tono lírico
para una melancolía contenida, y este tono se refleja tanto en nuestra
producción poética como en la narrativa. ¿Se olvidó Fuerteventura de su ilustre
visitante? No, el Hotel Fuerteventura después de albergar el Archivo Histórico
Insular se ha recuperado para dar cabida al Museo Unamuno; también en una de
las laderas de Montaña Quemada situaron un monumento en su honor. ¿Esto es
todo? No, los críticos literarios de estas islas han dedicado varios estudios a
la estancia de Unamuno en Fuerteventura. Me viene ahora a la memoria la obra de
Sebastián de la Nuez Unamuno en
Fuerteventura, por ejemplo; pero queda aún una cuestión no menos
importante, la letra pequeña de este hito dentro de la historia de las letras
insulares. ¿Puede acaso un profesor de Lengua Castellana y Literatura de
enseñanzas medias en Canarias, con más razón en Fuerteventura, dirigirse a sus
alumnos sin hacer referencia durante el curso a la estancia de Miguel de
Unamuno en Tenerife, Gran Canaria y Fuerteventura? Creo que no. Por ello,
pienso que la estancia del escritor bilbaíno
ha dejado una gran impronta en las islas Canarias. No sólo en escritores
ya clásicos de nuestra tradición como Domingo Rivero o Alonso Quesada y en los
que vinieron después, sino también en la intrahistoria de las Islas Canarias.
Miguel de Unamuno dejó su huella en el paisaje y en la manera de entenderlo, y
además, y lo que es más importante, está presente en el imaginario del canario
gracias, entre otras cosas, a las clases de Lengua Castellana y Literatura en
secundaria, y también a esa maltratada asignatura optativa no obligatoria que
se llama Literatura Canaria.
En «El perseguidor»,
Diario de Avisos de Tenerife, domingo 14 de julio de 2013
Articulo recogido en el libro Insulario menor, Baile del Sol, 2014.
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